El concepto de espacio como herramienta a priori en el desarrollo del proyecto de arquitectura, tiene sus raíces en la etapa moderna. Desde la visión estática Euclidiana de tres ejes definiendo las tres coordenadas perpendiculares, se desarolló la idea que lo asociaba irremediablemente, a un cuarto parámetro: el tiempo. En efecto, la teoría de la relatividad de Einstein modificó sutancialmente la noción del espacio moderno, estableciendo una inseparable colaboración espacio-tiempo, que modificaba la percepción del mundo físico.
Alcanza especial relevancia la idea de sujeto que percibe la obra, de modo que ésta es experimentada de muchas formas o puntos de vista y todos válidos. Por tanto, el espacio arquitectónico (o el artístico) se convirtió en el resultado -y no en el dato inicial o punto de partida-, ligado a las infinitas experiencias que podía ofrecer. Según I. Solá Morales,"esta producción de nuevos espacios está indisolublemente ligada a la explotación de los mecanismos perceptivos del sujeto humano."
No obstante, la crisis posterior a la Segunda Guerra Mundial, desarrolla la vuelta a los datos empíricos y a la fenomenología husserliana -volver a las cosas mismas- y el cambio de la noción de espacio por lugar.
Alcanza especial relevancia la idea de sujeto que percibe la obra, de modo que ésta es experimentada de muchas formas o puntos de vista y todos válidos. Por tanto, el espacio arquitectónico (o el artístico) se convirtió en el resultado -y no en el dato inicial o punto de partida-, ligado a las infinitas experiencias que podía ofrecer. Según I. Solá Morales,"esta producción de nuevos espacios está indisolublemente ligada a la explotación de los mecanismos perceptivos del sujeto humano."
No obstante, la crisis posterior a la Segunda Guerra Mundial, desarrolla la vuelta a los datos empíricos y a la fenomenología husserliana -volver a las cosas mismas- y el cambio de la noción de espacio por lugar.
Quizá esta sea una pieza clave para deshacer una confusión terminológica básica en nuestro ámbito de estudio.
ResponderEliminarIntuitivamente, el espacio se nos presenta como un ‘a priori’ de la conciencia: no se puede percibir/conocer porque es precisamente la condición previa para la percepción. Ligar la dimensión temporal a la espacial implica alterar radicalmente ‘la naturaleza’ de esta. El tiempo nos aporta la condición básica para ordenar las percepciones espaciales y crear, en consecuencia, relaciones narrativas y causales. Por así decirlo, el tiempo genera el sentido que permite ligar unos espacios que, de suyo, tienen un cierto componente de sublimidad, se resisten a nuestra comprensión: entre espacio y espacio se da una contigüidad horizontal, casi esquizofrénica, que sólo el tiempo puede reducir al sentido.
¿Podría entonces ser el espacio el termino que, veladamente, todos buscamos para hacer referencia al estado de las cosas anterior a la intervención (material o intelectual) humana ahora que el término ‘naturaleza’ ha perdido competencia? ¿Podríamos considerar al espacio el grado cero del lugar (el fondo sin figura), el grado cero del territorio (el entorno sin administración) y el grado cero del paisaje (la tierra sin cultivar)?
Que los arquitectos sientan la imperiosa necesidad de relacionar el espacio con el tiempo (como Einstein que, no lo olvidemos estaba convencido de la posibilidad de reducir toda la física del universo a un único modelo comprehensivo bajo la hipótesis de que detrás de él estaba la lógica de un Dios serio que, a diferencia del de Nietzsche, no jugaba a los dados) bien podría indicar que, por un lado, sienten la necesidad antropológica de remitir lo que nos rodea a una jerarquía narrativa que nos permita orientarnos; y, por otro, sienten la necesidad profesional de reconocer que su medio de trabajo no puede ser el espacio sino el lugar o el territorio, es decir, un espacio sometido al tiempo, un espacio susceptible de ser recorrido por un sujeto psicológico (que generaría entonces ¿un lugar?) o un sujeto sociopolítico (qué generaría entonces ¿un territorio?). Pero si identificamos espacio con lugar o con territorio ¿cómo llamaríamos a esa ‘cosa en sí’ que suponemos que debe ser el sustrato de nuestra ‘urbanización’ física o mental? O es que, en atención a su radical incognoscibilidad, preferimos seguir sin nombrarla así como las religiones prohíben pronunciar el nombre de Dios en vano, representar lo impresentable, tratar de ‘comprender’ (limitar) aquello que es condición de posibilidad de toda comprensión…