En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

Felo Monzón, Platanal, 1948



Si las postales –tal y como señala Beatriz Martín de la Rosa - “muestran lugares que no existen tal y como se representan en la realidad de los destinos” todo el arte se acerca peligrosamente a una postal turística. Las postales evolucionan a merced de las modas estéticas que imponen sus diseñadores. Antaño trajes de magos y plataneras decoraban el escenario del paisaje isleño: lo tópico se correspondía con lo típico. Hoy en día la postalería ha derivado hacia otras acepciones de lo tópico: bosques de laurisilva, las tierras desoladas de Timanfaya o los hitos de la arquitectura y arte contemporáneos (Auditorio o Cueva de los Verdes). Aunque sería llevar la estética de la imagen postalera a su extremo algunos artistas han elaborado cuadros que podrían funcionar como postales o souvenirs. Toda la obra de Felo Monzón en su etapa indigenista, por ejemplo Platanal de 1948, puede ser entendida como una postal de la época en donde el tópico se identifica con lo típico: campesino, platanera,… La postal cosifica la imagen, la convierte en mercancía. Aquí las magas y las plataneras son consumidos por el turista cultural que visita el museo.

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