En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

Modelo



En la mayoría de los actos de creación se tiende a definir un modelo (se entiende prototipo) que sintetiza las caracterísitcas del objeto imaginado y en definitiva, cumple a la perfección con las postulaciones de cualquier tesis... El problema aparece cuando este modelo roba el sitio que siempre debe tener "lo otro", lo que es realidad, no es ejemplizante, prototípico, "a imitar". Estamos indefensos ante la oleada reduccionista de la sobremodernidad - surmodernité; Augé, M. - que construye simulacros de nuestro espacio-tiempo presente.

Mientras que el edificio, el cuadro o la pieza escultórica son elementos físicos locales con un campo de acción y afección definidos, el modelo es universal. Y éste no es mas que su imagen -su representación- que sustituirá a lo representado y será definitiva, incluso después de conocerlo in-situ. En oposición a las ideas platónicas sobre la esencia, la apariencia y la imagen, nuestra ocupación es generar una buena
copia -Deleuze- o al menos, un buen simulacro -Baudrillard-.

Nuestros modelos impolutos son tipos de habitar, tipos de opinión, de turismo, de comportamiento, etc...

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