En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

Parque temático

Características formales del parque temático:

- Señalética: espacios normalizados.
- Itinerarios prefijados que dirigen a los visitantes por el territorio. Las penalizaciones obligan al visitante a transitarlos sin alternativa propia.
- Sistema de mantenimiento y vigilancia (la policía es sutituida por los guardas del parque).
- Folleto publicitario, postal, cartografía, logo, eslogan, guía, souvenir.
- Fronteras geográficas bien delimitados e imposibilidad de transgredirlos (so pena de elevadas multas, así en los espacios tematizados por el cicloturismo en las cercanías del Teide se aplican multas de 700 € caso de escaparte del recorrido estipulado).
- Gestión piramidal: desde el director a la señora de la limpieza se ordenan las distintas funciones de la gestión del parque (administrativos, cocineros, abogados, publicistas, etc., etc.)

Una posible definición de P.T. tras la lectura de El viaje imposible de Marc Augé: la doble cristalización de la representación del espacio turístico: en un primer movimiento la postal, imagen predilecta del P.T., alcanza al turista potencial en su lugar de origen, a su vez la imagen debe ser verificable en el destino turístico. De ahí que el P.T. deba ofrecer una imagen codificada del lugar, manipulada y edulcorada para que el dispositivo funcione, la verificación de la postal en su destino no debe dejar margen de dudas, no puede defraudar al turista.

Cuando muere la actividad humana o mejor dicho su interrelación con el medio natural lo que queda es transformar el territorio en un paisaje cultural, en un paisaje patrimonial o en un parque temático (incluso esos paisajes temáticos se han llegado a gestionar a la manera de un gran parque nacional) los paisajes industriales venidos a menos. Pero Joaquín Sabaté alerta de la diferencia entre lo que es parque patrimonial o paisaje cultural, construido en base a un riguroso uso de la tradición histórica y un parque temático o “teatro de la memoria” dirigido a los turistas. Sin embargo asocia paisaje cultural como estrategia económica (atraer turistas) y elemento identitario cuando no hay nada tan poco identitario como los espacios turísticos. Los paisajes culturales son el objeto de consumo del turismo cultural pero se habla del turista cultural como si no fuera un turista. A pesar de que Sabaté estima la creación de los parques patrimoniales como una reacción a los no lugares propios de la posmodernidad, lo que pretende con su territorio-museo es incentivar turísticamente el territorio, esto es, crear no lugares, razón última de los parques temáticos. A pesar de las flagrantes contradicciones conceptuales del paisaje cultural se pueden establecer diferencias respecto al parque temático del turismo de sol y playa. La interpretación de los valores patrimoniales es la pieza clave de los parques patrimoniales, que se ordenan cronológicamente en base a una narración histórica. Da la receta de un guión temático, de la construcción narrativa de un paisaje cultural (por ejemplo deben rehuirse recorridos históricos extensos), da importancia al recorrido, etc. Otra vez la mirada romántica, el recuerdo, la memoria, la nostalgia de lo que fue y ya no volverá a ser cargan el paisaje de viejos significados históricos reinventados para la ocasión. Se le da valor patrimonial e histórico a un espacio sin contar con sus paisanos, que un día se levantan y sorprendidos comprueban que un catedrático de urbanismo o geografía les ha dado una lección de historia.

Los parques temáticos pueden denominarse escenarios turísticos o sencillamente escenario (MacCannell), diseñado para el espectador que contempla. La escenografía debe traslucir una atmósfera lúdica y divertida, el juego vertebra buena parte de los centros de interpretación de los P.T., la máxima de la tematización es “Aprenda Usted Jugando”.

El P.T. viene definido por una “ambigua ubicuidad” en palabras de Francesc Muñoz, desprovisto de señas identificadoras del territorio que las acoge, capaces de ser replicados por todo el mundo. El turista cultural es consumidor de la imagen de un locus urbano ficticio donde la simulación se traduce en la multiplicación de los parques temáticos que recrean cualquier lugar real o imaginario. “Se puede así calcar las casas típicas de la Boca de Buenos Aires o de Nueva Orleans y replicarlas en cualquier centro comercial del mundo”. De esta manera el Siam Park podría ubicarse en Tenerife o en sus antípodas.



Esta vista aérea del Siam Park es la única vista que en la web alude al territorio circundante, que lo enclava en una hipotética zona costera de Tenerife, de ahí su aterritorialidad.

Francesc Muñoz coincide con Richard Florida en que las zonas urbanas han crecido de forma exponencial en todo el mundo. Muñoz habla del planeta ciudad, Florida se remite a los datos: “En la actualidad, la cifra supera el 50%. En los países desarrollados, tres cuartas partes de la población vive en zonas urbanas” . Para Francesc Muñoz la tematización se convierte en urbanalización en la ciudad, proceso generador del paisaje urbano, de la ciudad genérica de la postmodernidad, tipificada bajo las mismas coordenadas formales, hitos urbanísticos (los mismos edificios de los arquitectos estrella, Jean Nouvel, Herzog & Demeuron, Calatrava) pero ante todo definidas por la homogeneización de las estrategias de gestión en una suerte de banalización de la arquitectura caracterizada por esa ambigua ubicuidad. La ciudad ha comenzado a parecerse peligrosamente a un espacio turístico: “Los espacios turísticos son utilizados como playas de ocio, se establecen programas de seguridad y vigilancia urbana de manera estandarizada, se desarrolla un consumo de la ciudad a tiempo parcial en función de la importancia que llegan a tener las poblaciones temporales y visitantes, se multiplican los barrios residenciales en casas en hileras, extendiéndose de forma clónica en las afueras de los centros urbanos, hacia los cuatro puntos cardinales”. Los centros históricos, focos de atracción del turismo cultural (el turismo inteligente) y los restos patrimoniales de la revolución industrial, generadores del turismo industrial, se clonan incesantemente. Así los elementos decorativos de las ciudades coloniales se repiten por doquier: las calles tapizadas con idéntico adoquinado, los focos de luz colocados estratégicamente en los mismos hitos arquitectónicos. Los frentes marítimos (paisaje urbano portuario) sufren de una estandarización similar. Las casas solariegas de la calle San Agustín han trastocado su valor de uso, la residencia de la burguesía y nobleza isleña despliega una nueva funcionalidad: 1ª planta: tienda Benetton, 2ª planta: estudio de arquitectura. Ya no hay sorpresas para el excursionista cultural. La vanguardia artística debe consagrarse en habitáculos museográficos pensados otra vez por los arquitectos estrella del momento. El arte contemporáneo impone un sello de distinción. Cualquier ciudad que presuma de avanzadilla cultural necesita el cuño que lo testifique: un museo de arte contemporáneo con los invitados de siempre: Van Gogh, Picasso, Kandinsky y alguna gloria local. A nadie sorprende que los paisajes urbanos de todo el orbe desprendan un sospechoso parecido, una ambigua ubicuidad. El indiferentismo espacial se ha extendido asimilando lo rural a lo urbano, la periferia al centro, equiparando ciudades de todos los tamaños y densidades en el planeta ciudad.

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