En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

Cartografía

Como el paisaje ya no puede representarse (su complejidad no puede identificarse ideológicamente con un punto de vista monofocal) se cartografía. La cartografía parte de la convicción de que el mapa no es ni pretende suplantar el territorio, no tiene pues dimensión simbólica, ni trascendente ni profunda, es un plano. Hace también referencia a la desorientación del individuo contemporáneo, a su deriva y a la pérdida del punto de vista exterior a los acontecimientos. En este escenario las obras y el obrar adquieren carácter relativo, cartográfico. La actuación se convierte en una toma de postura, la definición de un lugar que, una vez señalado, altera la propia topografía en la que se inscribe y exige por ello una constante resituación. De ahí que el sentido (de la actuación) cobre un carácter espacial y se convierta en sentido de la orientación, en un modo de hacer derivar un orden de cosas hacia otra dirección.
En este paradigma cobra importancia la toma de posición local, la ubicación: entender un significado es reconocer su lugar dentro del sistema, la posición que ocupa una imagen, un objeto o un acontecimiento en relación a los discursos políticos, estéticos, geográficos o institucionales. El lugar es siempre un lugar discursivo.

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