En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

Ciudad

En origen, la ciudad fue sobretodo un sitio de intercambios y transacciones, un lugar al que acudir para hacer negocios, mercaderías, establecer nuevos vínculos o consolidar los existentes. En definitiva, un lugar de relaciones entre personas o grupos de personas. Su morfología original, por tanto, era básica y directa: un espacio donde desarrollar esta actividad a modo de plaza-mercado, rodeado por las primeras escuetas residencias. Un asentamiento de situación geográfica ventajosa, fortalecido por el amurallamiento que salvaguardaba la vida de los habitantes; "la ciudad intra-muros".

La ciudad actual extiende sus hilos de relaciones mas allá de sus límites geográficos (por otro lado, indefinidos). El eco-sistema -pues las interacciones tienen lugar entre elementos vivos-, se ha transformado en un sistema de sistemas, o supersistema, en tanto estas interacciones se suceden en todas direcciones, de forma no jerárquica y por estratos superpuestos. Podríamos decir que nuestros espacios urbanos -nuestra ciudad venida a menos- son el resultado de una codificación (o estriado según Deleuze) de nuestros hábitos de vida.

La liberalización de mercados, la deslocalización de las actividades productivas, la irrupción de las nuevas tecnologías con internet a la cabeza, desmenuzan el concepto original de ciudad para dejarnos en un término medio: la ciudad difusa (a partir de la teoría de los conceptos difusos de Lofti Zadeh en 1965). Una ciudad difuminada (en contraposición a la ciudad compacta) a medio camino entre lo natural y lo artifical, donde la arquitectura se adapta apoyándose en cualquier lenguaje, pero sobretodo en el lenguaje de la inmediatez. Una ciudad que deviene en ciudad marca cuando además carga con los adjetivos turísticos. Es la sucesión de gestos arquitectónicos o urbanísticos -a modo de macro proyectos- enhebrados con un hilo de escasa entidad, con la convicción de captar la máxima atención de cualquiera (turista en potencia).

Y por oposición, pero curiosamente con la misma fuerza, el arquitecto holandés Rem Koolhass experimenta una visión de ciudad genérica (2006) como sobreviviente de lo que una vez sí fue ciudad. Clonada hasta el infinito gracias a la inmediatez de las comunicaciones, sobretodo la ciudad estadounidense, abandera este fenómeno de la globalización. Un "modelo" que reconocemos en cualquier lugar del mundo.

1 comentario:

  1. Ya en "La Política" de Aristóteles se entendía la ciudad como un sistema de formas reconocibles y crecimiento (urbano) propio. Pero la ciudad entendida como un sistema único que establecía un modelo social compartido, aunque con diferencias, ha dejado de existir. La metápolis (Ascher) es la ciudad actual de lugares y flujos, producto del carácter complejo de la sociedad contemporánea. Solo así entiendo el “supersistema” al que alude Ágata. Su fenómeno de crecimiento puede equiparase a la metástasis: la ciudad se extiende a partir de un núcleo poblacional al que se le adosan servicios aledaños.

    ResponderEliminar