En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

Souvenir

Correlato material de la experiencia del viaje que puede ser coleccionado, almacenado y revisitado mediante un proceso de rememorización de la experiencia vivida. Cabe aquí cualquier ‘objeto viajero’ sin utilidad específica (postales, tickets, pastillas de jabón, folletos publicitarios, diarios de viaje, artículos de lujo, camisetas, una piedra del Teide, una momia guanche, vino de La Geria, miniaturas de las atracciones en forma de saleros y ceniceros) pero repletos de carga emotiva. La ‘vista’ es el Objeto Real, el souvenir su reproducción infinita, la marca y aura de originalidad del objeto en la época de la reproductibilidad turística. El souvenir debe evocar pero nunca suplantar a la ‘vista’. Cada tipología turística reproduce su postal, guía y paquete de souvenirs y cada souvenir revela los hábitos de consumo y motivaciones del turista. Su diferenciación taxonómica sirve de marca y distinción cultural del turista (la reproducción imantada de una obra de Oscar Domínguez que el turista inteligente coloca en su nevera frente a la chola-llavero que compra el guiri).

Incluyamos no solo los recuerdos del viaje sino cualquier objeto coleccionable que funcione en el orden de la rememorización del pasado (una foto de la infancia, la reproducción de un cuadro, el ticket de un concierto). Todo se guarda en la misma caja o se expone en la pared de nuestro cuarto, muro y caja -alegorías de la vida en su discurrir hacia la muerte o de la experiencia muerta y revivida a través del souvenir- unifican lo disperso de nuestra historia vital.

2 comentarios:

  1. Si la (hiper)realidad se ofrece como presencia real, si el mundo entero es un gran parque temático, si el turismo es la práctica social y económica representativa de la sociedad posmoderna, el souvenir es el símbolo de nuestra época. Consumo y turismo –mercancía y souvenir- desarrollan la misma práctica de apropiación, negociación, adaptación y resistencia. Para J. Goss fetiche, regalo y souvenir objetualizan las relaciones sociales de su producción, “el fetiche del amor y del trabajo de quien lo hizo o poseyó, el regalo, de la afección del donante y del tiempo entre el dar y el devolver; el souvenir, de la hospitalidad del anfitrión, de la memoria del pasado y del espíritu del lugar” y traen al presente las coordenadas espacio-temporales de la experiencia vivida. En el tardocapitalismo la mercancía se ha hecho souvenir, la artesanía y los productos culturales de todo género son objetos de consumo turístico.

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  2. Los museos de historia natural, emanados de la cultura moderna tras la Revolución Francesa, alojan colecciones inmensas de souvenirs, los ‘objetos viajeros’ de exploradores, científicos y colonos, que activan los mecanismos de la memoria colectiva y constatan la alta cultura y rapiña colonial de la comunidad que los alberga. Por efecto de la modernidad las atracciones museísticas (especimenes naturales, cuadros, objetos de valor antropológico, etc.) son elementos desarraigados de su contexto original, desplazados al museo y exhibidos de forma fragmentaria. El museo -contenedor de souvenirs- y su agente –el “turista inteligente”- unifican lo disperso en la experiencia turística.

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