En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

Heterotopía

Las heterotopías, el paisaje, los no lugares o una nube de tags funcionan como dispositivos, ordenan conceptos de distinta naturaleza y orden linguísitico heterogéneo. Así un conjunto de ideas aleatorias (jardines, cementerios, el teatro y el cine, ferias, asilos, burdeles, moteles, cuartos de invitados, prisiones, campamentos de vacaciones, los pueblos del Club Med, museos y bibliotecas, el barco, las colonias, el teléfono, hammams y saunas) se unifican en una imagen coherente, la heterotopía, que hace máquina y verifica el discurso.

Las heterotopías son estudiadas por la heterotopología, la nueva ciencia de los contraespacios, “los espacios absolutamente otros”, esos “espacios diferentes, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio en el que vivimos”. Los contraespacios aglutinan espacios contrapuestos que se organizan sin lógica alguna, generando “un lugar sin lugar”. El teléfono iguala los espacios de los interlocutores, el teatro y el cine espacios de percepción ambivalentes, el jardín es un micromundo aparcelado, un híbrido de espacios antagónicos, y la alfombra voladora su desplazamiento por el aire.
Foucault, el mejor de los heterotopólogos, perfila las modalidades y principios de la nueva ciencia. Los espacios utópicos flotan en la imaginación sin una ubicación espacio-temporal, las heterotopías se construyen a tiempo y espacio real, sufren de una constante transformación, nunca permanecen, se desplazan por la cartografía y fluctúan por el territorio a la par que la sociedad que las define. Son espacios de borde, del margen y periferia de la sociedad, aislados de lo real pero visibles a lo ancho y largo del territorio, como los cuartos de invitados de las casas señoriales y los moteles, un anexo independiente con sistema propio de apertura y cierre pero deslocalizado del resto.

La casa de citas “crea una ilusión que denuncia al resto de la realidad como si fuera ilusión” pero las heterotopías paradigmáticas de nuestra cultura son el museo y la biblioteca: conservan los símbolos y vestigios de todo espacio-tiempo, imprimiéndoles una cualidad atemporal. Son los espacios privilegiados de la heterotopología moderna. Detienen –eternizan- el tiempo, de ahí su carácter ucrónico –heterocrónico-. El cementerio es la heterocronía por excelencia. Para Foucault se hizo heterotopía a partir del s.XIX, cuando el cuerpo desplazó para siempre al alma y los restos mortales pasaron a la caja de souvenirs de nuestros descendientes, único recuerdo visible de nuestro viaje por la vida, revivido en la visita al cementerio, detenido y eternizado en la contemplación de la tumba, principal ‘atracción’ del parque temático que es el cementerio.

La civilización occidental está llena de barcos, los imperios navales se expandieron por el mapa y fundaron las colonias, otra impugnación de lo real que crea “otro espacio real tan perfecto, meticuloso y arreglado cuando el nuestro está desordenado, mal dispuesto y confuso”. Las colonias jesuíticas de Sudamérica, sitiadas por altos muros, se reglaban por una rígida normativa, que las aislaba del mundo exterior. Para Foucault el barco es la heterotopía por excelencia, en su desplazamiento unifica todas las modalidades de la heterotopología y alimenta la imaginación y los sueños, garantes de la buena salud social. Las heterotopías son los lugares reales donde se cumple la utopía.

1 comentario:

  1. Para Foucault, de las heterotopías primitivas que enmarcaban los ritos de pasos de los ‘desviados’ biológicos (individuos en crisis biológica: embarazadas, menstruantes, ancianos, adolescentes), quedan pocas en la sociedad contemporánea. Su correlato social contemporáneo, a saber, la cárcel, el psiquiátrico y el asilo, acoge a individuos ‘desviados’ de la norma. Al anciano le sobra tiempo libre, por eso la ociosidad se relaciona con la vejez y decrepitud, otra actitud desviada que remata la vida. Los espacios turísticos, la mayor heterotopía de la sociedad posmoderna, acogen a seres ociosos y por tanto avejentados prematuramente, así el asilo y el parque temático comparten un mismo dispositivo que articula los impulsos ociosos del ser humano.

    A su vez la tematización del pasado y su teatralización en las islas turísticas supone un regreso a las sociedades primitivas y la revitalización por un breve lapso de tiempo de la supuesta inocencia incontaminada del pasado. Los parques temáticos, que Foucault llama “campamentos de vacaciones”, son “heterotopías de eternidad” o “heterotopías crónicas”.

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