En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

'Urbanalización'

Término con el que Francesc Muñoz designa la homogeneidad morfológica apreciable en espacios diferentes que hace pensar en la construcción clónica por medio de ‘corta y pega'.

3 comentarios:

  1. La “gestión de sus diferencias” (a pesar de la globalización los espacios urbanos siguen percibiéndose desemejantes) es clave en el proceso de urbanalización. La gestión cultural y patrimonial ha homogeneizado sus recursos y por tanto sus resultados pero las diferencias emanan de la propia complejidad de la ciudad posmoderna: el contraste entre la homogeneización de lo global y la particularización de la trama histórica, esto es, del proceso de crecimiento urbano, la siempre mentada urbanización.

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  2. Sin duda, la ‘gramática digital’ ha debido modificar nuestras formas de narrar. El atajo ‘ctrl x’ ‘ctrl v’ permite copiar instantáneamente partes enormes de un trabajo que antaño había que reescribir –necesariamente adaptado a las nuevas circunstancias-. Esta ‘lógica’ no lo olvidemos, está también vinculada tanto a la política del ‘conocimiento compartido’ y el ‘código abierto’ como a la nueva estética de la post.producción que aboga por la remezcla de elementos prediseñados (en detrimento de la creación original ex nihilo).
    La creación es siempre una mezcla de retazos. Las ‘metáforas maestras’ son muy limitadas, toda la cultura gira en torno a una constante renegociación de una serie muy limitada de criterios de valor (un día prima el resultado, otro el proceso; uno la originalidad, otro la continuidad; uno la audacia, otro la prudencia; uno la fuerza, otro la tolerancia…) cuya reubicación jerárquica provoca unas determinadas escalas de valores que caracterizan sus diferentes estadios.
    Quizá la originalidad morfológica sea un producto de la globalización cultural, es decir, del hecho de que los referentes que se toman en consideración a la hora de plantear mi creación antaño estaban circunscritos a un determinado espacio cultural por el que fluía una determinada información y hoy son los mismos para los creadores de todos los lugares.
    Decía Agnes Heller que antaño éramos habitantes del lugar (en cada sitio se cantaban unas canciones, que se conocían los nietos y sus abuelos, que eran desconocidas en el lugar colindante) y hoy lo somos del tiempo (todos los niños cantan en todas partes las canciones de un grupo que es absolutamente desconocido –y despreciado- no ya por sus abuelos sino por sus padres). Nada tiene de particular que la arquitectura coetánea se parezca en todos los lugares y se diferencie bastante en el tiempo. Una lógica que favorece la sensación de banalidad (a todos los padres nos parecen banales los grupos de nuestros hijos comparados con la ‘intensidad’ de los de ‘nuestra época’): la rápida sustitución de estilos dificulta ese proceso de interiorización e identificación del que nace la sensación de ‘autenticidad’.

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  3. ¿No proviene buena parte de la sensación de banalidad urbana de la búsqueda de la ‘autenticidad’ y la ‘profundidad’ en un tiempo anterior al que vivimos?, ¿no esta buena parte de la banalidad vinculada a la tematización del territorio, a menudo relacionada a su vez con el deseo –igual en todas partes- de crear diferencia? Cabría preguntar si el carácter idiosincrásico de ciertos lugares nace de decisiones excepcionales o de hábitos triviales.

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