En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

Territorio

Área definida bajo el dominio o control de una persona, animal, organización, institución, administración o estado.
En términos geopolíticos, define el espacio físico dominado por un grupo social. De ahí que –en el periodo histórico en el que el estado nación destaca como entidad geopolítica dominante- designe el sustrato del estado. Intuitivamente entendemos que hace referencia al sustrato físico, pero dado que el estado sin territorio es una entelequia (no tiene ‘donde’ desplegar su misión jurídica o cultural), este fundamento adquiere un valor superior al mero suelo o espacio. Como tal, define las fronteras del estado, es decir, los límites de su jurisdicción (no habría estado sin frontera), pero también el espacio vital de su población y su fuente fundamental de recursos (era un rasgo característico del estado su capacidad de expropiación por causa de utilidad publica).
  • Hoy, el enorme crecimiento de la huella ecológica, el comercio global y la privatización de los recursos ha disociado ambas variables.
Aunque incluye elementos vivos implica siempre una visión humanizada del espacio (incluso o, sobre todo, cuando se protege) en la que la naturaleza desaparece como elemento ignoto o carismático que sobrepuja a la razón.
Dado que es un espacio administrado constituye un sistema, es decir, una red de infraestructuras, construcciones, vías y flujos interconectados incluyendo los aprovechamientos y usos que una sociedad hace sobre el suelo, su organización económica y política.
  • El ‘éxito conceptual’ del paisaje –que le ha robado al territorio su lugar de privilegio en la investigación geográfica- tiene mucho que ver con el interés social, político y económico por superar la percepción preponderantemente administrativa del espacio prestando creciente atención a sus dimensiones simbólicas, estéticas, ética y afectivas. Pero el territorio no está en absoluto exento de estas dimensiones. El territorio es un espacio habitado –que marca tiempos, define hábitos, delimita espacios físicos y mentales, cognitivos y afectivos- a partir de sistemas de representación cultural. Es una construcción social derivada tanto del ejercicio de relaciones de poder como de la ‘productividad maquínica del deseo’ que genera agenciamientos.
El territorio envuelve siempre, al mismo tiempo […], una dimensión simbólica, cultural, a través de una identidad territorial atribuida por los grupos sociales, como forma de ‘control simbólico’ sobre el espacio donde viven (siendo también por tanto una forma de apropiación), y una dimensión más concreta, de carácter político disciplinar: una apropiación y ordenación del espacio como forma de dominio y disciplinamiento de los individuos (Haesbaert, 2004: 93-94).

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