En las últimas décadas, el uso del termino 'paisaje' ha sufrido tal inflacción que hoy se hace difícil saber qué queremos decir con él. En su deriva expansiva, ha arrastrado además a otros términos relacionados -paraje, lugar, país, espacio, ambiente, entorno...- con los que ha llegado a solaparse provocando un problema de indefinición que parece meramente filológico pero que, sin embargo, afecta a la conceptuación de nuestra ya de por sí tensa relación con el territorio. Por ello consideramos pertinente abrir un espacio para clarificar las relaciones entre arte, paisaje y territorio.

Agenciamiento

Una estructura presupone un sistema, puede articular elementos dispares pero tiende a homogeneizarlos mediante relaciones jerárquicas típicas de un “pensamiento arborescente”. Polemizando con este paradigma, el postestructuralimo promueve un pensamiento que, como un rizoma…
…conecta cualquier punto con otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite necesariamente a rasgos de la misma naturaleza; […] No está hecho de unidades, sino de dimensiones, o más bien de direcciones cambiantes. […] Contrariamente al grafismo, al dibujo o a la fotografía, contrariamente a los calcos, el rizoma está relacionado con un mapa que debe ser producido, construido, siempre desmontable, conectable, alterable, modificable, con múltiples entradas y salidas, con sus líneas de fuga… (Deleuze y Guattari, Mil Mesetas).
Este ‘pensamiento rizomático’ fijará su atención menos en los entes individuales que en los acontecimientos, fortuitos y aleatorios, que problematizan el hábito de contemplar la realidad bajo el prisma de pares bipolares (cuerpo y alma, historia y naturaleza, bueno y malo…) y ponen en relación cuerpos e ideas mediante un procedimiento que tiene menos que ver con la filiación y la causalidad que con las alianzas y los contagios.
El ‘engrudo’ capaz de superar las categorías dicotómicas y establecer relaciones entre elementos heterogéneos es el agenciamiento, una noción, más amplia que la de estructura o forma, que Deleuze y Guattari proponen como unidad mínima de la significación en lugar de la palabra, el concepto o el significante pues es la ‘lógica’ imperceptible que atraviesa los cuerpos, las ideas, los referentes y sus relaciones haciéndolas plausibles. Cabría quizá poner este concepto en relación con la visión pragmática del lenguaje del Wittgenstein que afirmaba que el significado de las palabras y los enunciados derivaba de su uso, es decir, que las relaciones (que transmiten la sensación de ser) coherentes entre las palabras no se deducen de una lógica interna del lenguaje sino de las reglas vigentes en determinados ‘juegos de lenguaje’ que no se definen, por su parte, por una esencia sino por ‘parecidos de familia’. ¿Podríamos colegir que el sentido, es decir, la sensación de coherencia y sensatez que nos transmite un comportamiento o un enunciado, deriva de la existencia de un espacio mental compartido que permite percibir determinadas afinidades (y hace inconcebibles otras)?
De se así cabría pensar el agenciamiento en términos territoriales, como una geografía de los accidentes que pueden ser recorridos en un trayecto vital o mental con.sentido.
Todo agenciamiento es en primer lugar territorial. La primera regla concreta de los agenciamientos es descubrir la territorialidad que engloban, pues siempre hay una. (Deleuze y Guattari, Mil Mesetas).
Ahora bien, ese territorio si no estructurado si puesto en relación por un pensamiento rizomático ¿sería el resultado de un agenciamento o más bien el agenciamiento sería posible en virtud de la existencia de ese territorio?
Convendría entender que el postestructuralismo interpreta las estructuras institucionales, administrativas, sociales y políticas, como relaciones entre significados y juegos poder, es decir, entre realidades, lenguaje, construcciones sociales, historia(s) y sujetos que generan vectores de influencia que nos permiten actuar y limitan nuestros actos, nos reprimen, nos constituyen y nos permiten disentir en juego constantes de territorialización y desterritorialización.

Los agenciamientos son de dos tipos: agenciamientos colectivos de enunciación (que remiten a los enunciados, al régimen vigente de los signos, fijan atributos a los cuerpos los recortan y los resaltan) y agenciamientos maquínicos de los cuerpos o de deseo (que constituyen las máquinas sociales).

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